Del desahogo a escribir en el blog

Siempre me ha gustado escribir.

Desde bien pequeña escribo diarios personales, algunos reales con lo que me pasaba en mi día a día, y otros eran ficticios, inventando historias, vidas y momentos que salían de mi imaginación.

 

En el colegio y en el instituto participé en algunos concursos literarios y gané algún premio. Gané el primer premio de un concurso que organizó el ayuntamiento de mi ciudad, de relatos cortos, con una historia ficticia basada en la realidad de mi abuelo paterno, que luchó en Rusia con la división azul.

La escritura quedó aparcada durante un tiempo.

 

Cuando estaba embarazada de mi segunda hija, falleció mi padre, y mi mundo se hundió. Tenía tanto dolor dentro que no encontraba la manera de sacarlo y desahogarme. Hasta que alguien me propuso escribir como modo de terapia. Y abrí mi primer blog.

 

 

Ahí fue cuando empecé a escribir sobre lo que sentía, lo que me pasaba por la cabeza…

Y la idea del blog fue mutando hacia un blog de maternidad, en el que sentía que tenía mucho por contar. Y creía que podría ayudar a mujeres que estuvieran pasando por situaciones sobre las que yo escribía.

Me apunté a una comunidad de blogs y asistí a algunos eventos. Puse cara a otras blogueras con las que interactuaba en redes, y le cogí el gustillo.

 

Buscaba contenidos que creía podían interesar y los plasmaba en el blog siempre con mi aporte personal. Webs especializadas hay muchas, y muy buenas, pero a mi lo que me gusta es aportar mi visión y mi experiencia personal.

Ser bloguera me encanta. Me ha abierto un montón de puertas a experiencias nuevas, a conocer gente genial, a darme cuenta de la gran competencia que hay entre mujeres, y de la poca sororidad que tenemos entre nosotras. Me ha permitido sacar lo que llevo dentro, sanar heridas, ayudar a otras personas, y todo haciendo algo que me encanta, escribir.